Por los boliches de tabaco y yerba y piso sucio
andan los ojos de vidrio de la noche en un vuelo interior
y abren puertas de sueño en el silencio de cada corazón.
Cada cual con el suyo y todos uno,
cada cual con el suyo y más profundo,
cada cual con el suyo anda errabundo.
Y la guitarra desata los alambrados del cielo
y lleva a todos con ella a entregarlos al cantor:
señuelo de un denso día, portal de la serranía, rumbo de la lejanía, la noche es un callejón…
Y están muertos los cigarros y están muy turbios los ojos,
pero el fogón está rojo… Pasó un matrero en la voz.
Por los pasos de la sierra siempre hay alguno esperando
y está la muerte aguaitando y hay una cruz y una flor.
En la golilla tendida pasa el arisco destino,
pero en todos los caminos tiene su cueva el dolor…
Y es muy oscura la noche y es muy negra la traición…
Y hay un coraje negro de tristeza y hay un coraje negro de dolor,
y hay un querer no recular ni un paso y hay una muerte que viene a balazos a hacerse dueña de su corazón…
Y es muy oscura la noche y es muy negra la traición…
Y hay un coraje negro de tristeza y hay un coraje negro de dolor…
La leyenda abre camino
en medio de la emoción
y en las ruedas de fogón
pasa la sombra de Aquino.
Iba montao en su moro por las costas de Olimar,
mirando la lejanía rumbo a Sierras del Yerbal…
Y allá va… Y allá va…
No hay alambrao que lo ataje, habiendo necesidad,
flota al viento su golilla, adiós de su libertad…
Y allá va… Y allá va…
Como la muerte lo busca, no sabe si volverá
y sabe que nada es suyo, pero no sabe temblar.
Y allá va… Y allá va…
Y una noche de tormenta, la muerte lo fue a citar
y fue con su misma mano con que lo pudo matar.
Y allá va… Y allá va…
Y en la alta noche se siente sobre su moro pasar…
La leyenda abre camino
en las ruedas de fogón
y en medio de la emoción,
pasa la sombra de Aquino.
Y allá va… Y allá va…
andan los ojos de vidrio de la noche en un vuelo interior
y abren puertas de sueño en el silencio de cada corazón.
Cada cual con el suyo y todos uno,
cada cual con el suyo y más profundo,
cada cual con el suyo anda errabundo.
Y la guitarra desata los alambrados del cielo
y lleva a todos con ella a entregarlos al cantor:
señuelo de un denso día, portal de la serranía, rumbo de la lejanía, la noche es un callejón…
Y están muertos los cigarros y están muy turbios los ojos,
pero el fogón está rojo… Pasó un matrero en la voz.
Por los pasos de la sierra siempre hay alguno esperando
y está la muerte aguaitando y hay una cruz y una flor.
En la golilla tendida pasa el arisco destino,
pero en todos los caminos tiene su cueva el dolor…
Y es muy oscura la noche y es muy negra la traición…
Y hay un coraje negro de tristeza y hay un coraje negro de dolor,
y hay un querer no recular ni un paso y hay una muerte que viene a balazos a hacerse dueña de su corazón…
Y es muy oscura la noche y es muy negra la traición…
Y hay un coraje negro de tristeza y hay un coraje negro de dolor…
La leyenda abre camino
en medio de la emoción
y en las ruedas de fogón
pasa la sombra de Aquino.
Iba montao en su moro por las costas de Olimar,
mirando la lejanía rumbo a Sierras del Yerbal…
Y allá va… Y allá va…
No hay alambrao que lo ataje, habiendo necesidad,
flota al viento su golilla, adiós de su libertad…
Y allá va… Y allá va…
Como la muerte lo busca, no sabe si volverá
y sabe que nada es suyo, pero no sabe temblar.
Y allá va… Y allá va…
Y una noche de tormenta, la muerte lo fue a citar
y fue con su misma mano con que lo pudo matar.
Y allá va… Y allá va…
Y en la alta noche se siente sobre su moro pasar…
La leyenda abre camino
en las ruedas de fogón
y en medio de la emoción,
pasa la sombra de Aquino.
Y allá va… Y allá va…
Contributed by Bernart - 2013/4/23 - 14:31
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Parole e musica di Rubén Lena (1925-1995), scrittore, compositore e docente uruguayo. Col poeta e “payador” Víctor Lima (1921-1969) e Los Olimareños è sicuramente una delle figure più importanti della musica popolare uruguaya.
Nell’album “Quiero, a la sombra de un ala” del 1966.
Testo trovato su Cancioneros.com
Per farla breve, Martin Aquino aveva 17 o 18 anni e faceva i mandriano di cavalli quando, per motivi non ben conosciuti, forse per una decurtazione del salario, sparò al padrone ferendolo ma non mortalmente. Però il malcapitato crepò sotto le mani dei medici e così al giovane Martin Aquino non restò che “ganar el monte”, darsi alla macchia, costretto a vivere di abigeato (bella questa parola obsoleta!) e contrabbando.
Come cantano Los Olimareños in un altro brano di questo disco (“Contrabandista ’e frontera”, scritto da Pancho Viera), “el pan que niega el gobierno, a balazos igual se hace”…
Protetto dalla popolazione dei dipartimenti Florida e di Canelones, Martin Aquino si scontrò molte volte con la polizia riuscendo sempre a fuggire e alimentando così la fama di gaucho imprendibile.
Ma nel 1909 è la polizia brasiliana ad arrestarlo mentre cerca rifugio dopo l’ennesima sparatoria. Viene estradato nel paese natale e rinchiuso nel carcere di Minas, ma da lì scappa in modo rocambolesco nel 1913 tornando ad essere “matrero”.
Le autorità non possono sopportare che un giovane ladruncolo diventi una leggenda popolare e decidono di lanciare contro la piccola banda di Aquino uno squadrone di polizia comandato dal pluridecorato tenente colonnello Juan Ignacio Cardozo. L’ufficiale aveva in animo di darsi lustro nella cattura del bandolero per consolidare la sua posizione di capo politico nella regione ma, per sua sfortuna, venne impallinato dall’Aquino al primo scontro e ci lasciò le penne.
Apriti cielo! Da Montevideo fu mandato un intero reggimento di cavalleria che si lanciò sulle tracce dei banditi. Nel frattempo però l’astuto matrero aveva cambiato identità e si era posto sotto la protezione di un caudillo del Cerro Largo, altra provincia uruguaya, continuando il suo stile di vita – come dire – illegale, ma un po’ più sotto tono, per non dare nell’occhio.
Martin Aquino sembrava sparito senza lasciar traccia, ma i suoi nemici tramavano nell’ombra…
Sfruttando alcuni dissidi scoppiati in seno alla famiglia del caudillo che lo proteggeva, la polizia riuscì ad infiltrare un suo informatore nel gruppo di Aquino e, svelatane l’identità, ai primi di marzo del 1917 lo circondò in forze in una fattoria nei pressi di Fraile Muerto, Cerro Largo…
Dopo una lunga sparatoria, ferito più volte, Martin Aquino “el último matrero” riservò l’ultima pallottola a se stesso, preferendo darsi la morte che cadere nelle grinfie dei suoi persecutori.
Finalmente se produce la última emboscada en el rancho de la mujer que Aquino ama. Entre el fuerte olor a pólvora, Martín Aquino se defiende, se desgañita, no quiere perder lo único que tiene, su libertad.
A los 27 años (5/3/1917) y luego de una década de persecución, muerte, cárcel y traiciones, es cercado por las fuerzas policiales. Luego de resistir antes de entregarse, se auto elimina, como un último acto de irreductible rebeldía.
Lo llamativo de sus muertes es que nunca las fue a buscar, todas ellas se dieron en encuentros donde trataban de apresarlo.
Martín Aquino fue un joven donde el destino conjugó una derrota política militar de un pueblo en armas, y un cambio de siglo de re acomodo político y social al cual Pedro Barrán lo denominó "El disciplinamiento" (da Alias Simón Rondán - La historia no oficial de Martín Aquino)