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Gran romance de los primeros traquidos de la guerra del Yanqui

Guillermo Prieto
Language: Spanish




La lunga cantata di Guillermo Prieto è basata su "corridos" anonimi (il "corrido" è la particolare forma di ballata da cantastorie messicana). E' stata interpretata, tra gli altri, dalla grande Judith Reyes.

(Riccardo Venturi)
I. Obertura
II. La batalla
III. Después de la batalla
IV. La Resaca de Guerrero

"I. Obertura"

Haciendo explosión los planes
de perfidias y de robos
abandona Corpus Christi
el ejército alevoso
que aparecía en holganza,
sin acechar Matamoros;
en el Frontón sus banderas
enarboló jactancioso;
y horrible clamor de guerra
alzaron sus bronces roncos.

Los soldados mexicanos
hambrientos y en abandono,
con malas armas, sin parque,
resentían los trastornos
de la traición de Paredes
y las intrigas del mocho,
que creyó llegado el tiempo
de alzar en México el trono.

Ampudia manda las fuerzas
mexicanas, y anheloso
galvaniza el entusiasmo,
arbitra recursos prontos,
y el maltratado armamento
y el todo menesteroso;
en acción pone sus tropas
que son del valor asombro.

Al Frontón avanza el yanqui
y los rancheros rabiosos
dispersos incendian, matan
y derraman en su enojo
del invasor con la sangre
el desenfreno de su odio.

Hay un momento propicio
pues los contrarios son pocos;
Ampudia su plan ordena,
que era certero y juicioso,
pero en el instante mismo
que va a ejecutarlo él propio,
le anuncian que ya Paredes
en el poder, veleidoso
a Arista encomienda el mando
para que le acaten todos.

Ampudia y Arista en antes
guardaban hondos enconos
que sembraron la discordia
y que engendraron trastornos;
pues cuando pasiones viles
hacen penetrar su soplo
en las alturas del mando
con disimulado embozo,
los más previsores planes
se tornan desgracia y polvo;
en Palo Alto y en la Resaca
de esto dieron testimonio.

"II. La batalla"

Entre alaridos y truenos
anúnciase la batalla,
y de Palo Alto los campos
se envuelven en humo y llama.

En el paso de Anacuitas
que se disputa con rabia,
el humo de los cañones,
forma tenebrosa marcha,
en donde inventa la mente
más que convicta espantada,
sangre, destrucción, horrores,
de inverosímil matanza.

Nuestras piezas eran pocas;
las muchas del yanqui estallan,
y el tiro de los fusiles
a sus cañones no alcanzan;
muriendo nuestros soldados;
por las enemigas balas,
sin retroceder un punto
y victoreando a la patria.

El humo negro destiende
sobre las filas su faja,
pues a Taylor furibundo
la resistencia le exalta;
porque ven que indio imbécil
con derrota le amenaza.

Por una, dos y más veces
ve estrellarse su arrogancia
en aquella de valientes
inaccesible muralla.

Entonces para ocultarnos
sus ardides y sus mañas,
incendia el pasto que forma
repentino un mar de llama
que en oleajes espantosos
todo aniquila y arrasa;
entretanto que sus bronces
nuestras filas despedazan,
entre muertos y quemados
a la bayoneta claman,
los valientes que no luchan
y que sin luchar los matan.

Arista, ardiente, sublime,
blandiendo su fuerte lanza,
a todas partes acude,
sobre los estribos se alza
y prudente y reflexivo
los vivos ímpetus calma
de sus heroicos soldados,
a los que quiere en el alma;
al fin a la bayoneta,
la tropa terrible avanza,
y Arista erguido, terrible,
rompiendo nubes de balas,
empeña a la bayoneta
aquella lucha extremada.
y con sus jefes valientes
los fuegos del yanqui apaga.

La noche cubre con sombra
tanto horror, tanta desgracia,
y la victoria indecisa
a la nueva aurora aguarda.

Taylor levanta su campo,
y a los carros contramarcha;
Arista en hondo silencio
dispone la retirada,
y toca alto en un extremo
en la boscosa Resaca,
que al frente tiene llanuras
y el hondo Bravo a su espalda.

"III. Después de la batalla"

Como en el fondo espantoso
de lóbrega y honda sima,
en nuestro campo sangriento
dolientes brazos se oían,
de los soldados heroicos
que en las recias embestidas
o mutilados cayeron,
o abandonados expiran
otros heridos, sangrando
y rendidos de fatiga,
por la sed atormentado,
que los mataran pedían,
en vano entre las tinieblas,
se buscan las medicinas,
porque a los primeros tiros
dio el galeno la estampida.

De que se levante el campo
da las órdenes Arista;
y en la confusión, Ampudia
corrige, ordena las filas.
Quedan regados cadáveres;
infelices que agonizan
y redoblan sus quejidos
al rodar la artillería.

Era un rumor doloroso
algo que no se adivina,
algo que cruza los aires,
que hiere y aterroriza;
pero en medio del desastre
lo que en lo íntimo lastima
son las calumnias que inventa
vil y rastrera la envidia:
a Arista traidor le llaman
sus enemigos con ira,
y la deserción y el dolo
y la infamia santifican

"IV. La Resaca de Guerrero"

Es ancho carril, extenso,
el campo de la Resaca;
a sus lados grandes bosques,
en su medio una barranca
y depósitos fangosos
de verdes e impuras aguas.

Apenas brota la aurora
y se forma la batalla,
a la cabeza los jefes
gloria y honor de la patria;
mas, en la tropa, ¡qué cambio,
qué frialdad, qué calma aciaga!
Se nota que es como augurio
de derrota y de desgracia.

¿No son éstos los valientes
que ayer en brillantes cargas
conquistaron de la gloria
los laureles y las palmas?
¿No son los que atravesando
por entre horrores y llamas
miraron del enemigo
vencedores las espaldas?

¡Ay!, que la calumnia horrible
ha envenenado las almas
y creen que los ha vendido
el caudillo que los manda,
y que se esconde en su tienda
para no darles la cara.

Arista obstinado opina
que quietud el yanqui guarda,
y descuida los aprestos
de otra tremenda batalla;
pero después, reflexivo,
a Rómulo Vega llama,
diciéndole: «Te encomiendo
el honor de nuestras armas,
hoy tú mandarás en jefe,
hazte digno de tu fama.»

De pronto el yanqui aparece,
un flanco nuestro amenaza;
y los infantes de Puebla
con bravura le rechazan;
marcando heridos y muertos
su violenta retirada;
era un reconocimiento
que raudo acomete y pasa.

Mas Taylor en son de guerra,
hacia nuestro campo marcha.
Aviso le dan a Arista,
pero éste con pertinencia
se aferra a que no es combate
el que le anuncian las balas,
y se retira a su tienda
con sorprendente confianza.

La batalla se ha empeñado,
se despilfarran hazañas
por unos, mientras los otros
se dispersan en bandadas,
y otros, traición reclamando,
rompen furiosos sus armas.

En vano haciendo prodigios
de valor relucha Uraga;
en vano Urriza esforzado,
llevando en alto su espada
con regueros de su sangre
rumbo al honor les señala,
y Calatayud muriendo,
lauros arranca a la fama.

Forman remolino ardiente
caballos, rifles, espadas
y las banderas que flotan
como la dispersa tabla
de nave que el viento empuja
y que el arrecife arrastra.

Por aquí muere Ramírez
que los contrarios asalta
y asido al bronce enemigo
le deja vida y entrañas;
por allá reúne Barreiro
a la tropa desbandada,
aunque herido mortalmente,
soberbia y ardiente su alma.

Como huracán la derrota
cuando encuentra desbarata;
entonces, muy tarde, Arista
quiere reparen sus faltas;
con los bravos escuadrones
al enemigo se lanza;
pero el enemigo astuto
entre los bosques dispara,
y barre sus escuadrones
la asoladora metralla
hasta quedar casi solo.

Armas, pertrechos, fusiles
y parque y nada se salva.
Así terminó el encuentro
en Palo Alto y Resaca;
que preparó la discordia
aliada con la ignorancia.
Mas no se humilló el derecho
ni el honor de nuestras armas.

Érase Ampudia un valiente;
Arista de invicta espada;
los dos de alto patriotismo
y de intenciones sin mancha;
pero ambos de llanto y duelo
llenaron a nuestra patria.

Contributed by Riccardo Venturi - 2004/11/17 - 02:01




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