Canción del esposo soldado
Adolfo CeldránOriginale | Versione italiana di Maria Cristina |
CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO He poblado tu vientre de amor y sementera, he prolongado el eco de sangre a que respondo y espero sobre el surco como el arado espera: he llegado hasta el fondo. Morena de altas torres, alta luz y altos ojos, esposa de mi piel, gran trago de mi vida, tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos de cierva concebida. Ya me parece que eres un cristal delicado, temo que te me rompas al más leve tropiezo, y a reforzar tus venas con mi piel de soldado fuera como el cerezo. Espejo de mi carne, sustento de mis alas, te doy vida en la muerte que me dan y no tomo. Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas, ansiado por el plomo. Sobre los ataúdes feroces en acecho, sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho hasta en el polvo, esposa. Cuando junto a los campos de combate te piensa mi frente que no enfría ni aplaca tu figura, te acercas hacia mí como una boca inmensa de hambrienta dentadura. Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera: aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo, y defiendo tu vientre de pobre que me espera, y defiendo tu hijo. Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado, envuelto en un clamor de victoria y guitarras, y dejaré a tu puerta mi vida de soldado sin colmillos, ni garras. Es preciso matar para seguir viviendo. Un día iré a la sombra de tu pelo lejano, y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo cosida por tu mano. Tus piernas implacables al parto van derechas, y tu implacable boca de labios indomables, y ante mi soledad de explosiones y brechas recorres un camino de besos implacables. Para el hijo será la paz que estoy forjando. Y al fin en un océano de irremediables huesos tu corazón y el mío naufragarán, quedando una mujer y un hombre gastados por los besos. | CANZONE DELLO SPOSO SOLDATO Ho popolato il tuo ventre di amore e seme ho prolungato l’eco del sangue a cui rispondo e aspetto sopra il solco come l’aratro aspetta sono arrivato fino in fondo. Mora di alte torri, alta luce, alti occhi, sposa della mia pelle, grande sorso della mia vita, i tuoi seni folli crescono verso di me con sussulti di cerva concepita. Mi sembri ora un cristallo delicato temo che possa frantumarti al più lieve urto, a a rafforzare le tue vene con la mia pelle di soldato sia come il ciliegio. Specchio della mia carne, sostegno delle mie ali, ti do vita nella morte che mi danno e non prendo. Donna, donna, ti amo assediato dalle pallottole, bramato dal piombo. Sopra le bare atroci in assedio, sopra gli stessi morti senza rimedio e senza fossa, ti amo, e vorrei baciarti con tutto il petto persino nella polvere, sposa. Quando sui campi di battaglia ti pensa la mia fronte che non raffredda né placa la tua figura ti avvicini a me come una bocca immensa di affamata dentatura. Scrivimi nella battaglia, sentimi nella trincea: qui con il fucile il tuo nome evoco e fisso, e difendo il tuo ventre povero che mi aspetta, e difendo tuo figlio. Nascerà nostro figlio con il pugno chiuso, avvolto da un clamore di vittoria e chitarre, e lascerò sulla tua porta la mia vita di soldato, senza zanne, né artigli. |